Andrés Vargas Apolinario
Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y Magíster en Finanzas y Derecho Corporativo por ESAN, con estudios de Valorización de Activos en la Universidad Complutense de Madrid. Es Gerente Legal de la Financiera Credinka S.A. Es actual docente de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en materias de Mercado de Valores, Fusiones y Adquisiciones y Finanzas para Abogados.
En el año 2009 se publicó el libro “El árbol de la Mostaza, Historia de las Microfinanzas en el Perú”, libro de Richard Webb y dos coautoras más, que de forma extraordinaria relata la gestación y desarrollo del negocio microfinanciero en el país, desde sus primeros orígenes en la década de los sesenta hasta mediados del año 2009. La travesía de las microfinanzas ha discurrido sobre un terreno árido, de allí que los autores, metafóricamente, aluden a los granos de la mostaza, como la más pequeña de las semillas, que, de un centenar de ellas, quizá sólo una acaba por germinar y llegar a convertirse en uno de los árboles más grandes en el que anidan las aves del cielo.
Las microfinanzas en el Perú empezó como una acción social, orientada por un interés altruista por lograr que el crédito pudiese incluir a los sectores sociales no atendidos por la banca tradicional. Conforme se avanzó en la inclusión financiera –democratizando el crédito desde la base de la pirámide– se reveló un espacio virtuoso que, por un lado, permitió a miles de familias salir de la pobreza, y por otro, las entidades de microfinanzas encontraron en este sector un negocio rentable. Prueba de lo último se evidenció con la incursión de nuevos y más grandes actores en el mercado, así como con el desarrollo de una mayor concentración en el sector mediante crecimientos inorgánicos. Por el lado regulatorio, también se dieron avances normativos, como la publicación del Reglamento para la Evaluación y Clasificación del Deudor y la Exigencia de Provisiones, Resolución SBS N° 808-2003, comprendiendo el tratamiento de créditos a la mediana y pequeña empresa, tomando en cuenta que se trata de préstamos que no contarían con una garantía, y que los ingresos de los prestatarios se suelen entremezclar entre el negocio y el presupuesto familiar. Dichos aspectos justifican una mayor exigencia de provisiones por los días de atraso del cliente, así como en la clasificación crediticia del deudor.
El ecosistema creado nos ha situado como un país líder en el mundo para el desarrollo de las microfinanzas, y en un primer lugar en lo que se refiere a la regulación e infraestructura para la inclusión financiera como lo señala el Microscopio Global 2020, elaborado por The Economist Intelligence Unit.
Entre los factores de éxito seguramente se rescatan los préstamos comunales, los créditos orientados a las mujeres, por su demostrada mayor disciplina en los pagos, hasta el acompañamiento de los mismos asesores de negocios a sus clientes en la elaboración de los estados financieros y flujos de caja que nunca antes tuvieron. Por su parte, más recientemente, las soluciones digitales y nuevas tecnologías, incluidas las fintech, aparecen utilizadas cada vez más intensamente para facilitar la evaluación crediticia, la contactabilidad y el otorgamiento de los créditos.
Sin embargo, el factor clave del negocio microfinanciero en el Perú, radica en un elemento de contenido sociológico, una necesaria “convivencia social” de las instituciones microfinancieras con sus prestatarios, que lleva a las instituciones de microfinanzas a ser reconocida como un actor importante de la comunidad, quizá tanto como lo puede ser la iglesia o alguna autoridad local.
Ese sentido de integración con la comunidad les permitió a las instituciones microfinancieras afrontar también momentos muy complejos, una “tormenta perfecta” –como la que atravesamos en la actualidad. En efecto, ya en los noventa coexistieron procesos inflacionarios, terrorismo, crisis económica internacional como la del 2008 y desastres naturales como los causados por ejemplo por el fenómeno climático del Niño. El negocio de las microfinanzas no solo no sucumbió a tan dura prueba de stress, sino que salió fortalecida, llegando a sorprender por su comportamiento “contracíclico” frente a situacionales económicas y sociales complicadas. Y es que ha quedado demostrado que las personas menos favorecidas económicamente, quienes cayeron en zonas de pobreza, perdieron sus empleos o enfermaron, son ejemplos de emprendedores que se ponen de pie y siguen adelante, se “reinventan”, se revelan ante la adversidad con nuevos negocios.
Los tiempos actuales, por demás complejos, han traído consigo el incremento del desempleo y por ende del trabajo informal, en medio de un proceso inflacionario que recorta el poder adquisitivo de las familias y eleva el costo del dinero. En el frente regulatorio, normas populistas como la Ley N° 31143, conocida como “Ley contra la usura” o propuestas de ley para reducir el interés pactado por las partes, vienen perjudicando supuestamente a los sectores en cuyo beneficio se dicen enarbolar, pues no permite que miles de familias sigan accediendo al crédito, frente a una reacción económicamente “racional” de las empresas financieras de –ante tales hechos– ser más restrictivos en el otorgamiento del crédito, acorde con la gestión del riesgo de crédito.
A los actores de las microfinanzas toca no perder de vista el camino recorrido, “la esencia de las microfinanzas” para, por un lado, capear la crisis y por otro, seguir haciendo que el crédito continúe fluyendo a la base de la pirámide social. Como escribe Richard Webb: “Cuando nacen nuevas ideas de orígenes precarios, los datos importantes sobre quién hizo qué y por qué durante las primeras etapas rara vez se registran y son fácilmente olvidados”. Como ayer, la presencia de las instituciones microfinancieras como un actor importante de la comunidad, haciendo camino de la mano con los emprendedores, quizá sea la savia que permitirá que el árbol de la mostaza salga fortalecido una vez más y siga floreciendo.